Patricia Benisti Abramovich reavivó su pasión por la pintura en 1996, despertando una especie de obsesión. Se enamoró de las acuarelas, las acuarelas y las historias que contaban en papel.
Sin embargo, pronto conoció a su verdadero amor, los aceites. En 2007, el descubrimiento de las espátulas en lugar de los pinceles despertó un estilo característico, uno de paisajes abstractos animados con textura y positivamente llenos de color.

Ella siempre ha sido creativa. Desde pequeña le encantaba dibujar, aprendió a tocar el piano y la guitarra y, cuando era adolescente, escribía poesía. Sus padres le dieron la libertad de seguir sus instintos creativos y perseguir sus pasiones en constante cambio.
Al crecer en París, Patricia también estuvo profundamente influenciada por su entorno cotidiano e incluso consideró dedicarse a la arquitectura. En 1972, la familia emigró de París a Israel, donde Patricia conoció a su marido Boris, con quien tiene dos hijos y nietos.